
¿Cómo lograr el silencio en una ciudad como Zaragoza? Consiguiendo decepcionar en una de las cosas que más unen a la capital del Ebro, el Real Zaragoza.
Agapito Iglesias aterrizó en el zaragocismo vendiendo mucha ilusión, algo que con el tiempo se ha ido convirtiendo en simple humo, y muy negro. Toda la parroquia maña recordó su grandeza y, queriendo emular las hazañas conseguidas en tiempos pasados, se creyó el discurso de un empresario que aseguraba tener las claves del éxito.
Las nubes de este año no han apagado ese humo, sino que han conseguido avivar un incendio que puede tener tintes dramáticos para el conjunto aragonés dada su precaria situación económica.
Las lágrimas – de cocodrilo – lloradas por algunos futbolistas no hacen sino encorajinar a los aficionados, sabedores de que una vez acabe la temporada, los jugadores pasarán, pero la afición seguirá ahí, seria, incluso con lágrimas en los ojos, pero permanecerá unida al escudo del león.
No ha sido culpa del encuentro frente al Mallorca, sino de 38 malos partidos, los que conforman una temporada liguera, los que han abocado al conjunto (ahora) dirigido por Manolo Villanova al descenso. Una continuada falta de actitud y de hambre de victoria se ha plasmado en un incendio que tardará en apagarse en la ciudad.
Los optimistas dicen que ya queda un año menos para volver a primera, pero la realidad es que hoy se ha firmado el capítulo más triste de la gran historia de zaragocismo. Zaragoza arde en llamas por el rotundo fracaso de una de sus insignias. Menos mal que nos queda la Virgen del Pilar.
Via Guillermo Rodriguez Luzon.