Como os comentaba hace unas semanas, en agosto me animé a hacer un voluntariado corto de dos semanas en una finca ecológica en una pequeña isla cerca de Estocolmo, Ekerö. En el articulo anterior podeis leer mis primeras reflexiones sobre mi experiencia. Ahora me voy a centrar en describir las tareas que realicé allí. Voy a estructurarlas en dos partes que llamaré Semana 1 y Semana 2 puesto que fueron diferentes y hubo un par de factores que influenciaron en el tipo de tareas que tuve que hacer.
Los dos factores fueron los siguentes:
1. Katharina, la dueña del negocio y mi supervisora, estuvo ocupada con la preparación de mermeladas para un concurso nacional en el cual participa anualmente. Por lo tanto ella no me pudo ayudar en nada y tuve que tratar de apañarme sola en mis tareas diarias; además el hecho de que era la primera vez que trabajaba en un sitio así también influyó un poco en mi labores.
2. Durante la primera semana fui la única voluntaria lo que limitó mis quehaceres en cosas que se hacen individualmente. En la primera semana no pude realizar nada que requiera dos o más personas.
Semana 1
Semana 2
Al principio de la semana llegó una pareja más de voluntarios, los dos de los EE.UU. y además llegó una chica sueca estudiante de jardinería que iba a hacer prácticas con Katharina durante 3 semanas. La pareja de los EE.UU. se quedaban allí 6 semanas.
Fuente: www.wiksundskattpensionat.se |
Esta vez con algo de compania y de ayuda tuve que hacer tareas distintas a las de la perimera semana. Un día ayudé a la chica de prácticas a limpiar los arbutos de frambuesas. Esto suponía romper las ramas que dieron frutas este año porque al año que viene no darán. Tuvimos que dejarlos listos para que pudiesen dar el máximo de frutas el próximo año, separando los arbutos y creando filas para que se pudiera pasar a recoger las frambuesas. Otro día tuve que limpiar el hotel de gatos. En la imagen podeis ver una de las habitaciones.
Otro día ayudé a arregar las plantas de uno de los jardines de la casa de Katharina. Al ser uno de los jardines donde los clientes de la cafeteria pueden entrar tocaba arreglar sus plantas y poner nueva tierra enriquecida para ciertas flores. La chica de prácticas cortó los arbutos y yo me encargue de atar flores y cambiar la tierra.
Los otros días restantes trabaje con los voluntarios americanos en la cafeteria.
Estas fueron mis tareas en Äppelfabriken y teniendo en cuenta que la jornada laboral era de 6 horas me quedaban muchas horas libres para disfrutar de la naturaleza de la isla, del lago en frente de la casa, de los bosques por donde salía a correr a diario, de la piscina de Katharina, de la sauna y de todas las personas que conocí. El último día me despidieron con una barbacoa al lado del lago; fue una cena riquisima, buenisima companía y un atardecer impresionante. Con esa imagen en mente me despedí prometiendo que iba volver para experimentar el otro lado de Äppelfabriken: ser cliente.
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